¿Cómo se vivía durante la dictadura? ¿Qué pasaba en las escuelas, las oficinas, la calle? ¿Cómo se reflejaba en las relaciones familiares?
Porque «la gente iba a trabajar, viajaba en colectivo, en taxi, en tren, cruzaba calles, caminaba por las veredas. El sol salía y había luz y hasta algunos días de otoño eran cálidos. ¿Dónde estaba el horror? Había señales: los policías usaban casco, en los aeropuertos había muchos soldados, sonaban sirenas. Los militares les hacían sentir a los ciudadanos que estaban constantemente en operaciones en medio de una “guerra”. Pero, a la luz del día, nada parecía tan espantoso como sabíamos que era. Quiero remarcar esta sutil y terrible vivencia del horror: lo cotidiano como normalidad que oculta la latencia de la Muerte.»
José Pablo Feinman. La sangre derramada, Buenos Aires: 1998.
Deja un comentario